Leyendo "La abeja haragana"
La abeja haragana
Como las abejas son muy serias,
comenzaron a disgustarse con el proceder de la hermana haragana. En la puerta
de las colmenas hay siempre unas cuantas abejas que están de guardia para
cuidar que no entren bichos en la colmena. Estas abejas suelen ser muy viejas,
con gran experiencia de la vida y tienen el lomo pelado porque han perdido
todos los pelos al rozar contra la puerta de la colmena.
Un día, pues, detuvieron a la
abeja haragana cuando iba a entrar, diciéndole:
_Compañera, es necesario que
trabajes, porque todas las abejas debemos trabajar.
La abejita contestó:
_Yo ando volando todo el día y me
canso mucho.
_No es cuestión de que te canses
mucho _respondieron_, sino de que trabajes un poco. Es la primera advertencia
que te hacemos.
Y diciendo así, la dejaron pasar.
Pero la abeja haragana no se corregía.
Al anochecer siguiente, se
repitió la misma cosa. Antes de que le dijeran nada, la abejita exclamó:
¡Sí, sí, hermanas! ¡Ya me acuerdo
de lo que he prometido!
_No es cuestión de que te
acuerdes de lo prometido _le respondieron_, sino de que trabajes. Hoy es
diecinueve de abril. Pues bien, trata de que mañana veinte, hayas traído
siq1uiera una gota de miel. Y ahora, pasa.
Pero el veinte de abril paso en
vano como todos los demás con la diferencia de que, al caer el sol, el tiempo
se descompuso y comenzó a soplar un viento frío.
La abejita haragana voló
apresurada hacia su colmena, pensando en lo calientito que estaría allá
adentro. Pero cuando quiso entrar, las abejas que estaban de guardia se lo
impidieron.
_ ¡No se entra! _ le dijeron fríamente.
_ ¡Yo quiero entrar! _clamó la
abejita _ insistió la abejita _. Esta es mi colmena.
_ Esta es la colmena de unas
pobres abejas trabajadoras _le contestaron las otras_. No hay entrada para las
haraganas.
_ ¡Mañana sin falta voy a
trabajar! _Insistió la abejita.
_No hay mañana para las que no
trabajan_ respondieron las abejas, que saben mucha filosofía.
Y diciendo esto, la empujaron
afuera.
Arrastrándose por el suelo,
trepando y bajando por los palitos y piedritas, que le parecían montañas, llegó
a la puerta de la colmena, al tiempo que comenzaban a caer frías gotas de
lluvia.
_¡Ay, mi Dios! _clamo la
desamparada_. Va a llover, y me voy a morir de frío. E intento entrar a la
colmena.
Pero, de nuevo, le cerraron el
paso.
Entonces, temblando de frío, con
las alas mojadas y tropezando, la abeja se arrastró, hasta que de pronto rodo
por un agujero; cayó rodando, mejor dicho, al fondo de una caverna.
Creyó que no iba a concluir nunca
de bajar. Al fin, llegó al fondo, y se halló bruscamente ante una víbora, una
culebra gris, que la miraba enroscada y presta a lanzarse sobre ella.
Las culebras comen abejas, que
les gustan mucho. Por eso, la abejita, al encontrarse ante su enemiga, murmuró,
cerrando los ojos:
_ ¡Adiós, mi vida! Esta es la
ultima hora que yo veo la luz.
Pero con gran sorpresa suya, la
culebra no solamente no la devoró, sino que le dijo:
_ ¿Qué tal, abejita? No has ser
muy trabajadora para estar aquí a estas horas.
_Es cierto_ murmuró la abeja_.
No trabajo, y yo tengo la culpa.
Desde hoy cambiaré.
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